jueves, 11 de octubre de 2012

La Autoprotección

¡Hola! Como ya os comentaba, nuevos proyectos me mantenían alejada del blog... pero ahora que tengo un huequito, quiero compartir una nueva entrada con vosotros. Si recordáis, nos habíamos quedado en el punto de regreso a la vida tras nuestra estancia más allá. (Confío en que se entienda, tras lo visto anteriormente, en el significado que reside tras esas palabras.)

Bien, como decía, se trata del inicio de la toma de conciencia. Hemos dejado de vagar entre las oscuridades que flotaban a nuestro alrededor, y hemos aterrizado en el Planeta Vida. Cómo explicarlo... es un una especie de "click", un cambio de mirada, es tomar conciencia de que eres realmente una PERSONA, con una historia, con gente que sabe de tu existencia y, por qué no, gente que te quiere. Es el momento en el que te das cuenta de que puedes tener tu sitio.

No es fácil. Existen factores que han de conjugarse. Uno de ellos es la autoprotección. Alejarte emocionalmente de lo que te llevó a aquél estado, es fundamental. Pero no suficiente. No nos engañemos. La anestesia, por sí misma, no salva vidas. Pero es necesaria, ¿no creen?

Nuestra anestesia es lo que intenta que modifiquemos la significación de los sucesos traumáticos vividos. Alejarse emocionalmente y tratar de encontrar, por ejemplo, una chispa de humor. Mirad, recuerdo un caso. Sólo os diré que tras un tipo de violación y, quedándose medio desnuda en la calle de madrugada, la joven lo recordaba años más tarde (ya os dije que no era fácil) como: "madre mía, con el frío que hacía y yo medio en pelotas por ahí... ¡menudas pintas!". Llegar a decir frases como esa es muy costoso y doloroso. Pero estaba tratando de mitigar el dolor que encierra el recuerdo.

No olvidéis la escala temporal: salir de ese más allá, regresar, y fortalecerse es un camino largo. "la vergüenza de haber sido una víctima, el sentimiento de ser menos, de no ser ya el mismo, de no ser ya como los demás, quienes a su vez también han cambiado durante el tiempo en que ya no pertenecíamos a su mundo. ¿Y cómo decírselo?" Íbidem, 31.

Difícil, ¿verdad?

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